Pero no cualquier alce, sino el alce-balancín de Ikea.
Mi suegra, a sabiendas de la devoción de su nieta por el balancín que tienen en la guardería, nos regaló este modelo de Ikea, el balancín Ekorre. Muy gracioso, con sus cuernos y su anilla en el hocico, nos pareció una idea genial. Sin embargo, había algo que no me encajaba: el color.
El balancín Ekorre sólo se fabrica en rojo y, aunque es un color que siempre me ha gustado, ésta vez no me cuadraba con el resto de mobiliario de su habitación, en la que predomina el blanco con otras tonalidades suaves.
Fué entonces cuando decidí comprar chalk paint (pintura a la tiza), que tan de moda está.
Había visto muchas fotos de los resultados tan bonitos que se pueden conseguir con ésta pintura y me moría de ganas de aplicarla por media casa.
Tras pensar en varios tonos, finalmente me decidí por el Cape Town blue de la marca Fleur.
Lo compré en Hascot Kids, una tienda que empecé a frecuentar poco después de que naciera mi hija y donde encontré todo lo necesario para su primer cumple. Os recomiendo que visitéis su página web porque está llena de cosas interesantes: Craft, decoración, fiestas...un poco de todo, y todo bien bonito.
Cuando me puse manos a la obra sabía que no iba a resultar sencillo. Había aplicado ya la chalk paint en madera natural sin tratar (para darle un toque al cambiador, un rato antes) y el resultado había quedado genial, sin embargo, el balancín venía ya pintado y lacado, con lo que necesitaría varias capas para tapar del todo el tono rojo y, sin lijarlo previamente, la pintura no se iba a adherir tan fácilmente como en la madera porosa.
Lo primero fué tapar la anilla negra del hocico con cinta para no mancharla. Después, tras el proceso de pintar un lado, dejar secar, pintar el otro, dejar secar...un par de veces (y darme cuenta de lo impaciente que soy para ciertas cosas) al fín llegó el momento de darle la capa de barniz.
Había comprado barniz de la misma marca en mate y una brocha para aplicarlo.
Con la segunda capa de chalk paint se había cubierto bastante bien la pintura roja y estaba satisfecha de cómo había quedado, sin embargo, no me gustó tanto el efecto al dar el barniz. Creo que la culpa quizá fué de la brocha: las cerdas eran demasiado rígidas y "rascaban" la pintura dejando mucha marca de "brochazos", además de perder pelillos.
Sí, reconozco que hubo momentos en los que sudé sangre, pero continué con la segunda capa y lo dejé secando, encomendándome al dios Da Vinci de las Bellas Artes y rezando por un resultado medio decente.
Una vez montado, y a pesar de que el acabado no es del todo como yo había planeado, el alce quedó resultón.
Al final creo que son las pequeñas imperfecciones las que le dan ese toque de objeto vintage recién restaurado (o eso prefiero pensar, jajaja...).
De momento cumple su función a la perfección, que es lo importante, y yo ya me he quitado el gusanillo de ensuciarme las manos con pintura.
Ésta ha sido mi primera aventura con chalk paint, pero seguro que no será la última. ¡Ya estoy pensando en qué otra cosa pintar con lo que ha sobrado...!
Y a vosotros, ¿qué os parece? ¿Os animáis a coger la brocha?
¡Feliz fín de semana!
